Para explicar cómo funcionan tenemos que
remontarnos a un concepto que ya conocemos: la electricidad. Cuando los
electrones circulan a través de un conductor producen a su alrededor un campo
magnético. En la corriente alterna que utilizamos en nuestros hogares, esos
electrones “alternan” su sentido 50 veces por segundo, es decir, primero
circulan por el conductor en un sentido y después regresan en sentido
contrario, así hasta completar 50 ciclos de ida y vuelta. La “frecuencia” es
precisamente el número de ciclos de ida y vuelta que se desarrollan en un
segundo.
Cuando la electricidad se mueve por los
conductores de nuestra instalación eléctrica, se está comportando como una
emisora de radio muy rudimentaria,
, para que una onda de radio pueda desplazarse,
llevar información y ser captada a larga distancia, es necesario elevar su
frecuencia mucho más allá de los 20.000 ciclos, alejándola de la banda audible.
La banda comercial de radio de onda media (OM), por ejemplo, trabaja en frecuencias
que van desde 535.000 hasta 1.700.000 ciclos -el término más apropiado sería hertzios (Hz), en honor al físico
alemán antes mencionado- .
Entre
3 y 30 MHz (3 y 30 millones de hertzios) las ondas pueden desplazarse en mayor
o menor grado a lo largo de la Tierra, rebotando en la atmósfera (en una capa
llamada ionosfera), dando la vuelta al globo y pudiendo ser recibida por
receptores.
Cuando se va elevando la frecuencia más allá de los 30 MHz
las ondas se van comportando de forma más direccional, es decir, se desplazan
preferentemente en línea recta. Las ondas direccionales tienen otras importantes
ventajas: cuanta más alta sea su frecuencia, más pequeñas pueden ser sus
antenas y menos potencia se necesitará para llegar al mismo lugar, lo que se
traduce en aparatos más pequeños y manejables. Asi fue como poco a poco surgieron las nuevas tecnologías de la comunicación , y su evolución en tamaño y forma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario